El ojo humano es como una cámara fotográfica con su película que recibe y capta las imágenes. Esta capa en el ojo se llama la retina y en su parte posterior se encuentra la mácula que es la responsable de que seamos capaces de leer y ver detalles, de discriminar los colores, etc. Es, en definitiva, la que realiza la función de lo que entendemos por “ver”.
Cuando la mácula se altera también lo hace la capacidad de ver. Así, podemos perder la visión central, lo que nos impide ver la cara de una persona aunque de reojo veamos su conjunto, o leer aunque veamos letras sueltas en la hoja. También nos puede hacer ver las cosas de forma distorsionada o disminuir seriamente nuestra agudeza visual.
Varias patologías pueden afectar a esta zona de la retina siendo necesario aplicar algún tipo de tratamiento para intentar frenar la pérdida de visión o para mejorarla en ocasiones. Unas requieren una cirugía mediante vitrectomía como son las membranas epirretinianas, los agujeros maculares y las tracciones vitreomaculares, mientras que otras patologías como la Degeneración Macular Asociada a la Edad (DMAE), las membranas neovasculares miópicas, o el edema macular ( acúmulo de líquido en la mácula) secundario a la obstrucción venosa o a la diabetes (EMD), son tratadas actualmente con inyecciones intravítreas de fármacos antiangiogénicos o implantes intravítreos antinflamatorios.
¿Qué son las inyecciones intravítreas? Consisten en medicamentos que se administran directamente en el interior del ojo, concretamente, en el vítreo (gel transparente que rellena el globo ocular y que está en contacto directo con la retina). La acción de estos fármacos, introducidos mediante una aguja muy fina, permite actuar sobre varios tipos de enfermedades retinianas, en especial el edema macular. Al actuar de forma específica sobre el ojo, logramos un mayor efecto local y evitamos efectos secundarios a nivel sistémico.
Para lograr una mejora sostenida, es necesario repetir las inyecciones intraoculares de forma periódica, según la frecuencia indicada por el especialista. Además, en alrededor de la mitad de los pacientes, también permiten recuperar parte de la visión.
Las ventajas de inyectar estos fármacos directamente en el interior del ojo son: Su capacidad para aumentar los efectos terapéuticos oculares de muchos fármacos. Se evitan los eventuales efectos adversos graves de la administración sistémica de los fármacos.
Permiten proporcionar la medicación en dosis altas y concentradas. En la mayoría de los casos, no solo actúan en la prevención significativa de la pérdida visual, sino también en mantener o aumentar la agudeza visual.
Una vez que el especialista toma la decisión de utilizar este tratamiento con un paciente y selecciona el medicamento que va a administrar, tendrá en cuenta las condiciones sistémicas y oculares adicionales, las cuales no están relacionadas con la indicación de las inyecciones intravítreas.
El tratamiento con inyecciones intravítreas se realiza con anestesia tópica (gotas) con el objetivo de evitar cualquier molestia durante el procedimiento.