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La toxoplasmosis es una infección provocada por un parásito diminuto (Toxoplasma gondii). Este parásito de una sola célula abunda en los gatos y en los animales de granja, pero los seres humanos también se pueden infectar con él. Cualquier persona puede contraer una toxoplasmosis, pero la mayoría de ellos no presentan síntomas porque sus sistemas inmunitarios están sanos e impiden que los parásitos dañen sus órganos.

Uno puede exponerse sin querer a la enfermedad al tocarse la boca después de cambiar la arena de la caja sanitaria para gatos o al hacer trabajos de jardinería sin utilizar guantes. También, puede infectarse al beber agua contaminada, consumir frutas y verduras sin lavar ni pelar, comer carnes poco cocinadas y hasta por tocar la carne cruda sin lavarse las manos después. Asi mismo, la comida puede resultar contaminada con cuchillos, tablas de cortar u otros alimentos que estuvieron en contacto con carne cruda.

Los síntomas más habituales son: hemiplejia, trastornos de la marcha y del equilibrio, visión borrosa, dolor ocular. Cuando una persona tiene una toxoplasmosis, el parásito permanece en su cuerpo durante toda la vida. Pero su presencia en el cuerpo de una persona no suele provocar ningún problema. En la mayoría de los casos, la gente ni siquiera sabe que está infectada porque no suele presentar ningún síntoma.

Cuando los niños presentan síntomas, estos varían en función de la edad del niño y de la respuesta de su sistema inmunitario a la infección. En los niños que, de no ser por la toxoplasmosis, estarían sanos, la toxoplasmosis puede parecer una gripe o una mononucleosis. Los síntomas pueden incluir: fiebre, ganglios linfáticos inflamados, dolores musculares, dolor de cabeza y cansancio.

Los bebés con toxoplasmosis congénita no suelen presentar síntomas en el momento del nacimiento. Pero los problemas pueden aparecer varios meses después. Y pueden ir de leves a graves: problemas en la visión e incluso una ceguera debida a lesiones en la retina, daño cerebral que conduce a retrasos del desarrollo, convulsiones, pérdidas auditivas, flacidez muscular, o a tener una cabeza demasiado grande o demasiado pequeña, erupción en la piel, problemas en las células sanguíneas, como anemia, hígado o bazo grandes.

El tratamiento de la toxoplasmosis varía en función de la edad del niño y de su salud general. Los niños que están sanos pero contraen una toxoplasmosis no suelen necesitar medicarse, porque la toxoplasmosis remite por sí misma al cabo de pocas semanas o meses. Los bebés que nazcan con una toxoplasmosis congénita o que tengan el sistema inmunitario debilitado tendrán que tomar medicamentos antiparasitarios.

Para ayudar a prevenir la toxoplasmosis en su familia, siga los siguientes consejos: cocine la carne a fondo para matar los gérmenes que pueda contener, no debería contener partes rosadas, y los jugos que desprende no deberían ser sanguinolentos, lávense las manos con agua y jabón después de manipular carne cruda, verduras u hortalizas no lavadas o de hacer jardinería en el exterior, lave todas las frutas, verduras y hortalizas antes de servirlas. Es posible que también le convenga pelarlas, lave bien todos los utensilios y todas las superficies de la cocina utilizando agua caliente y jabón después de cada uso, no beba agua no tratada ni leche no pasterizada.

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