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Los altos niveles de azúcar en la sangre producen un deterioro de los vasos sanguíneos que irrigan la retina, lo que lleva a un aumento de su permeabilidad y a la salida anormal de sangre y fluidos hacia la retina. Inicialmente, la enfermedad es asintomática, pero si no existe un adecuado control de la glucemia y exámenes oftalmológicos periódicos, puede llevar a la ceguera irreversible.

Existe una falta de conocimiento de la población sobre cómo la diabetes, afecta a la vista. Algunos pacientes con esta enfermedad crónica presentan retinopatía, edema macular, cataratas diabéticas, glaucoma u oclusiones de la vena o arteria retiniana, convirtiéndose estas en las principales enfermedades oculares asociadas. Cuando la enfermedad está avanzada, los pacientes pueden experimentar visión borrosa o doble, puntos ciegos o en blanco visual y hasta destellos de luz.

Aunque se calcula que los pacientes diabéticos tienen hasta 25 veces más posibilidades de pérdida total de la visión que las personas que no padecen la enfermedad, el daño visual que se deriva de la diabetes no tiene por qué llegar a ser grave. Ello dependerá del grado de severidad de la diabetes, del tiempo transcurrido desde el inicio de la enfermedad y del nivel de control de la misma por parte del paciente.

¿Cómo funciona el ojo? El ojo funciona de un modo parecido a una cámara. La luz entra a través de la córnea, pasa a través de la pupila, y avanza a través del cristalino, que finalmente enfoca los rayos de luz y produce imágenes claras y definidas sobre la retina, que se encuentra en la parte posterior del ojo. La retina funciona como la película de la cámara. La luz es captada por unas células especiales de la retina, y la información (la «foto») es enviada al cerebro a través del nervio óptico, en la parte posterior del ojo. Las complicaciones del ojo asociadas a la diabetes son comunes, y, si no se tratan, desembocan en el deterioro de la visión y, finalmente, en ceguera.

El daño causado por la diabetes en los vasos sanguíneos de los ojos no suele ser evidente hasta que la enfermedad ha deteriorado considerablemente al preciado órgano de la vista. En todo caso, existen algunos síntomas a tener en cuenta, que siempre deberán ser revisados por un oftalmólogo para descartar otras lesiones oculares distintas de las relacionadas con la diabetes: visión borrosa o doble, anillos luces centelleantes o puntos ciegos, manchas oscuras o flotantes, dolor o presión en uno o ambos ojos y deterioro de la visión periférica.

La diabetes mal controlada también estimula la formación de nuevos vasos sanguíneos en el ojo. Estos vasos son débiles, por lo que tienen tendencia a romperse y a producir un sangrado. Suelen formarse en torno a la retina, lo cual es una de las causas de que la visión se altere.

Los controles periódicos oftalmológicos en personas afectas de diabetes son fundamentales. Además, la buena sintonía del oftalmólogo con el endocrino debe ser necesaria para conseguir una calidad de vida superior en el paciente. Obviamente, si el oftalmólogo detecta alguna patología ocular, las revisiones deberán de ser mucho más frecuentes. Para esto, los pacientes deben ser muy constantes.

Son muchas las alteraciones que se producen a nivel de la vista como consecuencia de la diabetes. Por eso, es importante cuidarse y acudir al médico ante cualquier duda. Es necesario llevar un control estricto del nivel de glucosa para evitar todas estas situaciones. Si usted padece diabetes, debe hacerse un examen anualmente. Encontrar y tratar los problemas a tiempo puede salvarle la vista.

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